Wednesday, May 25, 2011

El pastelito sagrado.

Hoy en un acto de arrojo patrio (?) y a falta de cebollas para unas buenas empanadas, hice pastelitos criollos. Por supuesto tuve que adaptarlos a lo que tengo (o mejor dicho, a lo que NO tengo, como dulce de membrillo o de batata que en estos pagos no existe), así que los hice con mermelada de frambuesa que era lo que tenía en casa. Si se van a poner caprichosos con que si no es de batata o membrillo no es pastelito criollo, pongámoslé que la mermelada es de fruta fina de la Cordillera chubutense y quedamos todos contentos.

Bueh, total que seguí las instrucciones de una vaguísima receta de Inutilísima (póngale salmuera a la harina... onda, cuánta sal le pongo a la salmuera? harina común o leudante?) y medio por inspiración, medio por sentido común, me salió la masa de hojaldre. Tengan en cuenta que es mi primera vez haciendo masa de hojaldre y/o pastelitos con masa casera.

Total que los pastelitos no se me hojaldraron, que comimos dos y quedamos pipones, tenemos masa y pastelitos de sobra y la casa que hiede a fritanga. Y viva la patria.

Friday, May 6, 2011

Eterna Peter Pan.

Una vez, ya no me acuerdo cuándo, escuché esta charlita en La Venganza Será Terrible. Me encantó, como muchas de sus charlitas (soy una asidua oyente de Dolina desde que tenía... no sé, 14 años más o menos). Bueno, la cuestión es que me quedó picando, porque me gustó mucho y concuerda con quién soy yo como persona, con esa persona en la que me convertí como adulta. La charlita en cuestión la busqué por miles de lugares y hace un tiempo la reencontré en un blog cuyo nombre lamentablemente ya no recuerdo. Pero bueno, héles aquí la charlita de la que hablo (espero que se armen de coraje para leerla entera, y que les guste):

Los Juegos (Alejandro Dolina)

Ustedes saben que inventar personajes que hagan carrera en todas las naciones no es cosa fácil... no es cosa fácil... Pocos escritores lo han logrado realmente. E incluso a veces lo logran a esto de crear un personaje que tenga curso en todas las culturas, en todas las naciones...a veces lo logran, digo, escritores de segundo orden. Estoy pensando en Arthur Conan Doyle, un escritor de segundo orden que ha generado un personaje mundial como es Sherlock Holmes. Y hoy quiero hablar de otro que también lo logró y que es Sir James Barrie. Tanto lo logró que cuando yo digo Sir James Barrie nadie--no creo que nadie--recuerde de quien se trata. Y sin embargo cuando mencione el personaje que él invento, todos lo van a conocer: Peter Pan. Pero al pobre Barrie le pasó lo que esta muchacha... Margaret Mitchell, la que escribió "Lo que el viento se llevó". El cine lo devoró. Y yo creo que todos los muchachos dan en pensar que Peter Pan es una creación de Walt Disney. Del mismo modo se piensa de Pinocho y hasta de Blancanieves y de cosas así ¡tal es la fuerza del cinematógrafo! Bueno, si quiere que le confiese, no me mataría por ser el autor del Pinocho. Nunca que me ha conmovido mucho ese personaje pero otro día vamos a hablar de eso.

[-Es de madera...]

-Si creo que es de madera... A la chica Mitchell le pasó esto. El otro día creo que nos acordábamos de la siguiente circunstancia: en los créditos de la película "Lo que el viento se llevó" no figura el nombre del autor de la novela. Nada menos. ¡Nada menos, caramba! ¡La que inventó la historia! Tampoco escribió ninguna otra cosa. Era una periodista ella; escribió una sola novela, una extensa novela, una copiosa novela pero nunca más nada. Ganó un premio con ella: el premio Pulitzer -de todas maneras- que es un premio a los periodistas.

[-Bastante desprestigiado por otra parte como el periodismo mismo...]

No en el tiempo en que ella lo ganó pero ahora sí.

¿Quién era James Barrie? ¿Y en qué época lo situamos? Nació el siglo pasado, en 1860 en un pueblito muy pobre de Escocia. Era mal alumno, no se destacaba mucho por nada. Casi nunca abría los libros... No tenía gran cosa... Por ahí, ya cuando joven le dio por escribir pero siempre estaba acomplejado porque creía que lo único que conocía del mundo era su minúsculo pueblo de Escocia. Entonces escribía con cierto recelo. Hasta que algunas de sus novelas sentimentales empezaron a tener cierto éxito. Y publica por ahí, un libro que se llama "El pequeño Ministro" hecho allá por 1890-91 y la gente empieza a conocerlo. Hasta que en 1896--y esto me interesa a mí--escribe una conmovedora biografía de su madre, Margaret Oglivy. Este libro contiene una frase que paso a leer que revela toda la literatura de Barrie y dice así: "El horror de mi infancia era que yo sabía que se acercaba el tiempo en que debería renunciar a mis juegos y eso me parecía intolerable. Entonces resolví seguir jugando en secreto."

Yo me voy a detener aquí. Los juegos de Barrie fueron sus libros "El muchacho y David",
"Peter Pan"... el más exitoso de todos es "Peter Pan". Pero me gusta esto: "Entonces resolví seguir jugando en secreto." Me detengo aquí y me detengo a recordar a todos los que, como a
Peter Pan o como a Barrie, decidieron seguir jugando en secreto. Y no es que a uno le moleste crecer. De paso, crecer no es una actividad relacionada con el tiempo--quiero aclarar--sino con el espacio. Ser grande no es ser viejo ¡es otra cosa, muchachos! Pero siempre he tenido la sorpresa de que el orden establecido y sus secuaces manifiestos o encubiertos se interesan muchísimo en que uno abandone la niñez para que deje de jugar. Digo, para que uno abandone esa gravedad de los chicos que juegan... esa solemnidad... Quiero decir que los chicos que juegan, no juegan por dinero, ni por obligación, juegan porque les gusta. Y juegan al juego que les gusta y con la gente que les gusta y si no, no juegan. No juegan por codicia y además lo hacen seriamente, sin ese cinismo que viene después con aquello que suele llamarse madurez. Yo creo que de ahí quieren sacarnos para convertirnos en personas resignadas a nuestra suerte, por mediocre que sea esta suerte. Finalmente hay gentes vulgares que desprecian a los que siguen jugando, a los que siguen soñando, a los que siguen engrandeciéndose, no creciendo... Mejor dicho: sí creciendo, no envejeciendo. Quieren que no seamos esa gente que se arriesga en cada cruce, esa gente que juega fuerte como si cada baraja fuera la última.

Para los que ya no juegan, para los enemigos de Barrie y de Peter Pan, esto es locura—seguir jugando. Nos convidan a la resignación, a la madurez; gente que no soporta a los que—digo—
parados en su propia sombra hacen frente, por ahí, a los miembros de su propia generación que los invitan a crecer—dicen: "¡Vamos! ¡Tenés que crecer! ¡Y obtener una cuenta bancaria y engordar y renunciar a los cambios bruscos!"... Y a contraer—como suelo decir yo—esa mediocre eficacia que se llama madurez. Pero estos hombres también hacen frente a las generaciones más jóvenes que les reclaman el derecho a no jugar, ser vulgares, a no ser señalados finalmente en su vulgaridad. No, yo creo que la vida de Barrie y de Peter Pan y de los que, en secreto, han resuelto seguir jugando es muy dura.

¿Y a que siguen jugando esas personas en secreto, siempre tratando de que nadie los vea? Cuando las personas serias que manejan este mundo, los prisioneros de la razón, del dinero ven al que sigue jugando lo señalan con el dedo. Pero, ¿a qué juegan? Se preguntarán ustedes. Y... algunos juegos parecen inocentes: Digo, hay quienes no pisan las baldosas celestes para no matar ángeles y pisan las baldosas rojas, para matar demonios... cuando nadie los ve. Hay quienes, por ejemplo, corren carreras en la calle contra desconocidos y se juegan la vida en llegar a la esquina antes que ese desconocido y dicen cosas tales como: "¡Si no llego a la esquina antes que el conscripto ese que va delante de mí, moriré!" Sucede, a veces, que el conscripto ¡también es uno de los que están jugando en secreto! Y entonces se producen carreras tremendas en la que se están jugando la vida el conscripto y nuestro amigo. ¡Y nadie lo sabe! Sólo ven dos personas apuradas que transpiran y sufren y tratan de llegar primero a la esquina... y, mirándose, todos dicen: "¿A dónde irán estos?" ¡y no saben que se están jugando la vida! Pero a veces, digo, esos juegos no son tan inocentes y, a veces, el juego consiste simplemente en vivir como si todavía no nos hubiera ocurrido lo mejor. Y ese ya es un juego más pesado, un juego que a veces cuesta caro, un juego serio. No como los juegos cínicos de los que se cubren con apuestas laterales o aquellos que juegan pero dejan en su bolsillo algún dinero para el regreso. ¡No! ¡Me gusta el que se lo juega todo! Y el que lo juega seriamente como los chicos o con la misma fe poética que pedía Coleridge para entender el arte, con esa renuncia a la incredulidad. ¡Ese es el juego!

Yo que, también como Peter Pan, he perdido mi sombra declaro que pienso seguir jugando... Claro que en secreto. Y el que quiera seguir jugando va a ser mi amigo. Y el que ya no juegue más se irá un cielo personal que tengo yo, un cielo de olvido en donde, así como muchos héroes griegos al morir se convertían en constelaciones, quienes resuelven no jugar más también van a ese cielo de mis olvidos y se convierten en constelaciones, constelaciones que tienen nombres... y apellidos. ¡Ay, muchachos! ¡Qué hermosas estrellas brillan en ese cielo de mi olvido!...

Quiero dedicar la charlita de hoy a Barrie, a Peter Pan, a mis amigos queridos que siguen jugando conmigo este juego hermoso pero fuertísimo de hacer un programa en el que parece que uno hace chistes... ¡y en realidad se está jugando el alma!