Enemigos íntimos.

¿Nunca hubo algo que realmente les causara odio y sin embargo tuvieran que hacerlo?

Ése es mi caso con Álgebra. Entre los quichicientos mil requisitos que todo el mundo tiene que hacer en la universidad en EEUU, no importa cuál sea el título que elijas, tenés que hacer Álgebra. No queda otra. Y yo, que voy a ser licenciada en Literatura y Lengua Española, me veo entreverada en fórmulas, letras griegas (no necesariamente para aprender lengua griega), valores, grados, coeficientes e innumerables chanchadas más. Es feo. Es como la sopa para Mafalda. ¿A quién le gusta tener que hacer algo por la fuerza? Encima te lo pintan como totalmente indispensable para ser un ciudadano hecho y derecho.

No es posible que en pos de una sociedad como Zeus manda, muchos tengamos que deprimirnos, sentirnos agobiados, agotados, abatidos, derrotados, deprimidos, desahuciados... ¿es ése el precio que tengo que pagar? Desde que tengo memoria ODIÉ las matemáticas, y no por capricho. Simplemente tengo afinidad con otras cosas que para aquellos cuya afinidad son las ciencias, son siniestras. Todavía me acuerdo y es célebre entre mis papás y yo, una pequeña anécdota con mis primeros problemas con la matemática, en primer grado: con lo poco que sabía escribir, cuando terminé la tarea y antes de irme a jugar, le dejé una notita a mi mamá que decía "Mamita lo ise" (usen su imaginación). Podré algún día escribirle a mi mamá, a modo simbólico y conmemorativo "mamita lo ise", y poder recibirme?

Hasta entonces, sólo me queda la locura.